martes, 27 de diciembre de 2022

Entrada final: lo mejor de la Alta Ruta Pirenaica

Alta Ruta Pirenaica: las mejores imágenes, índice de etapas y entradas. 


Con  esta entrada acabo el blog de la Alta Ruta Pirenaica (ARP), aunque lo iré actualizando si vuelvo a hacer las etapas o parte de ellas o si hago variantes, cosa bastante posible ya que nuestra particular ARP es en este sentido bastante heterodoxa. No sigue con fidelidad el trazado clásico de Georges Veron, padre metafórico de la ARP, ni la ruta del más audaz Gorka López, aunque hemos seguido más al segundo que al primero.  Gracias a ellos por marcarnos el camino. 

La ARP, a diferencia del GR10 y el GR11, que no obstante tiene algunas variantes, es de más difícil trazado, permitiendo muchas variaciones en función de la accesibilidad, preparación física y técnica, expectativas, climatología y otros factores. En nuestro caso la disponibilidad de refugio al final de cada etapa no fué una condición indispensable, por lo que es un trazado mucho más libre, por así decirlo, buscando siempre que podíamos el camino que nos pareció más bello: cada uno hace la ARP que más le place o gusta. Esa es su grandeza. 

Es difícil seleccionar las mejores imágenes después de tantas etapas y momentos vividos a lo largo de 5 años. De manera similar al GR11 he preferido ordenarlas cronológicamente más que por temas. Que sea un simple gozo visual para los amantes de la montaña. Al final teneís el índice de etapas y entradas para que podaís acceder directamente a ellas. Al montañero avezado no le costará encontrar la entrada correspondiente a cada imagen. Los comentarios a pie de foto también os ayudarán. 

Como dije en la primera entrada de la ARP, si el GR11 alguien lo definió como "Un Pas al Cel", un Paso al Cielo,  quizás la mejor definición de la ARP sea "Entre el Cel i la Terra", entre el Cielo y la Tierra, puesto que siempre que puede busca las carenas, y en ocasiones, no desdeña subir a cimas cercanas, siempre tratando de alcanzar la ruta más elevada. Sin más prolegómenos, ahí va una selección de las mejores imágenes. A los que no sois montañeros igual se os hace un poco largo. Espero que, sin embargo, se haga corto para los amantes de nuestras montañas más queridas, como las llamaba el gran pirineista Patrice de Bellefon. 


Pirineo Oriental

Cuesta imaginar un mejor inicio: Una playa, una higuera y unas viñas junto al mar, 
con una una casita de pescadores anunciada por un hospitalario ciprés.  

¿Acaso esta montaña de jaras no os parece un animal recostado? Me acordé del 
perro de flores de Bilbao, pero me gustó más esta obra de la naturaleza. 

Pocas flores mediterráneas tienen la belleza de las jaras. En este inicio de la ARP
tuvimos la suerte de encontrarnos con una auténtica explosión floral. 

Hasta sin flores son bonitas las jaras. Aferradas a una miserable
rendija del roquedo, sobreviven y nos alegran la travesía. 

Muchas texturas vereís. En este caso rocas y plantas rupícolas
se combinan maravillosamente, dibujando incluso letras. 

Un momento mágico: perdidos en la niebla, en la antecima del Sallafort, un viento
salvador nos abre los cielos y nos orienta: al Oeste el Puigneulós y al Norte 
la Barraca de Colomates, donde hallamos un cómodo aposento. 

Los dientes de perro, como los llaman en Extremadura, entre la niebla, remedan un paisaje que
 más parece de un planeta perdido y lejano que el de una humilde montaña muy cerca del mar. 

Al repetir el ascenso del Coll de Banyuls a Les Alberes pude disfrutar de la vista hacia el
 Mediterráneo. ¡Qué distinto se ve el roquedo con las luces del atardecer!

Pude ver además la costa del Rosellón y la Torre de Madeloc. En esas playas miles de 
exiliados republicanos fueron cruelmente maltratados por el régimen de Vichy. 

Al lado del refugio Tommy el viento ha esculpido en un tejo la figura de un perro. 

Careneando por Les Alberes pétreos colosos nos sorprenden. 

Cuesta creer que estas hayas centenarias están a menos de 4 Km en linea recta del mar. 

Poco más abajo nos aguarda el frescor de los torrentes. 

Más parece que estemos en un hayedo navarro u oscense 
que a escasos kilómetros del Mare Nostrum. 

Las flores del majuelo ó espino albar, con su blanca sencillez. 

Insisto: No es el Pirineo Navarro. 

Algunos ejemplares son realmente colosales. 

Éste en concreto no lo rodeábamos entre los tres. 

Cada vez más escaso: el gran ciervo volante. 

Los coloridos y maravillosos roquedos de Les Salines. En primer término el Roc de Frausa. 

Tan bella como terapéutica y venenosa es la dedalera o digital. 

Hace un instante hemos visto al majuelo o espino albar y 
ahora su mariposa: la blanca del majuelo. 

Zygaenas sobre una orquídea, dos joyas juntas. 

Geometrías y texturas de los familiares helechos. 

La Torre de l'Avetera y al fondo el Canigó. 

No es de extrañar que la Pica del Canigó sea una montaña tan querida. 

En el mes de junio, el verde de los prados combina admirablemente
con el amarillo de los piornos y el malva de los rodoendros o nerets. 

El emblema de Núria: el margòlic grog. Cuesta de ver, ya que no es abundante. 

Subiendo a las alturas del Canigó la minúscula silueta del caminante. 

En la cumbre de la Pica del Canigó las chovas piquigualdas parecen reírse de nosotros. 
¡Que fácil es para ellas subir y sobrevolar las cumbres, sin sudar ni resoplar!

La pétrea figura del gendarme de la Chimenea del Canigó. 

El valle del Cadí y al fondo la Pica del Canigó. 
No confundir con la Sierra del Cadí. 

Parecen pintadas con un trazo grueso de acuarela estas laderas. 

Las siempre espectaculares pulsatillas. 

El valle del Cadí desde el refugio de Cortalets. 

Texturas al amanecer en el Gra de Fajol. 

Estas laderas de terciopelo nos llevan al Pic de Pastuira. 

No por concurrido es menos bonito el coll de la Marrana. Al fondo el coll de Tirapits. 

Tiene incluso algunos pequeños lagos. Al fondo el Balandrau, 
fantástica y concurrida atalaya de estas cumbres. 

Sin embargo, el Pic de Freser es poco frecuentado. La cercanía del Bastiments, 
más alto pero menos altivo (por no decir rechoncho) le quita visitantes. 

Vicente en delicada travesía hacia el Pic de l'Infern. 

Las vistas sobre el Carançà son fantásticas: Pirineo con mayúsculas. 

El estany Negre, mientras vamos careneando hacia Tirapits. 

Mi hermano Gabriel bajando hacia Tirapits. Podríamos haber cresteado, 
pero la diminuta cabaña de Tirapits merece siempre una visita. 

Quizás el pico más bonito del Carançà. Por supuesto es el Pic de l'Infern. 

Sucesión de carenas hacia el Carlit. Hacia allí vamos, atraídos sin remedio. 

Más parece Gallecs o la Toscana, pero son los prados
que nos llevan hacia el coll de la Perxa.

Realizando una variante de la ARP pasamos por uno de mis lugares 
favoritos de los Pirineos. Tendreís que adivinarlo. 

Igual que este pico, muy poco concurrido pero que es un mirador  bellísimo sobre el Carançà. 

Siempre me recreo en las límpidas aguas de este pequeño estany. 

El valle de Carançà nos sorprende constantemente. 

El concurrido estany Gran o de les Truites. Es el más grande del Carançà. 

Otra vista de este precioso lago. 

El más bello lago o estany de les Bulloses. Tiene hasta una isla. 

Siempre me han encantado esos pardos, ocres y marrones del final del verano. 
Dan más variedad al paisaje que la monotonía del verde primaveral. 

Un lugar perfecto para acampar, como de hecho hicimos. 

Pudimos disfrutar de este magnífico amanecer. 

Vértigo: el descenso del Carlit  hacia el represado estany de Lanós. 

El  Carlit es el rey del Pirineo Oriental, por altura y poderío. 

Caminando por poco frecuentadas carenas. Los excursionistas, no entiendo porqué, 
tienden a amontonarse en los mismos sitios.  Mejor para los que buscamos tranquilidad. 

Notas de los abedules entre los piornales: ahora son los árboles los que 
se tiñen de amarillo en vez de los acres matorrales. 

Un paisaje de ensueño a la puesta de sol. 

El río se remansa y serpentea al llegar a los colmatados valles glaciares. 

Dan ganas de trenzar un cesto con tan hermosos materiales. 

Me fascinan esos troncos requemados por el sol y retorcidos por el viento. 

Por donde pasamos, nos parece decir Vicente. 

A este impresionante paisaje lo bauticé como el Karakorum andorrano. 

Presidido por el Pico de Rhule. Queda para otra ocasión. 

Los maravillos estanys de Juclar. 

Esta marmota era extraordinariamente confiada: sabía que no éramos peligrosos. 

El agua y la hierba suavizan la dureza del roquedo. 

Imposible no volver la vista atrás para despedirnos de las crestas de Juclar. 

El sol aún da algunas pinceladas sobre las laderas. 

Caminando entre la hierba, que ya ha fijado y dulcificado la áspera tartera. 

Esta paleta de colores es indicativa de la riqueza mineral de nuestro Pirineo. 

Saltarines, traviesos, alegres...Así son los arroyos de montaña. 

Basta un minúsulo sustrato para que crezcan. Otro milagro más en la ARP. 

Al cambiar de valle no podemos evitar ciertos toques de civilización. 

Fijando el terreno. Otra utilidad más de las raíces. 

De allí venimos, del Pic de la Serrera. A veces hay que cambiar de valle. 

Emergiendo sobre las aguas, es uno de los picos más bonitos y altos de Andorra. 

La magia de los colores de las texturas. Imposible no detenerse a disfrutarlas. 

La pequeñez del caminante en la inmensidad de la montaña. 

Amanecer sobe el pico más alto de Andorra, el Comapedrosa. 

Uno de los más bellos amaneceres de la ARP. Dejamos de desayunar para disfrutarlo. 

Las increíbles planta rupícolas. ¡Qué poco necesitan para vivir!

Cuesta imaginar las tremendas fuerzas que han doblegado estas rocas. 

Uno de los picos con mejor vista de Pirineos: el Medacorba, fronterizo entre Cataluña, 
Andorra y Francia. Bien se merece llamarse Pic dels Tres Estats. 

Contemplando el fantástico circo de Baiau, su estany y su minúsculo refugio. 

No menos bonitas son sus orillas. Sus reflejos nos embelesan. 

Coll de Baiau desde el refugio homónimo. Por ahí baja el GR11.  

Un lienzo abierto a nuestra imaginación. 

Dan ganas de tener esta isla en la Vallferrera. ¡Qué bonito y laborioso nombre!

Los azafranes emergen pletóricos entre la hojarasca. 

Todo un placer descender por los antiguos caminos ganaderos, admirablemente trazados. 

Una auténtica sinfonía de colores y texturas. 

A contraluz aún lucen más los abedules en otoño. 

Sus blancos troncos siempre me han encantado. 

Transitando por el reino del agua. 

Todo en la imagen es sedoso, desde el terciopelo del musgo a la espuma del agua. 

Un lugar por el que hay que pasar inexorablemente, sobre todo en otoño: el Pla de Boaví. 

Un estallido de color en cada esquina. 

A vista de pájaro no es menos bonito. 

Llamativa cascada llegando a Certescan

Pequeño lago antes de llegar al represado Certescan, el mayor lago de Pirineos. Tiene un
 magnífico refugio, con un guarda cojonudo. Si podeís pernoctad, que vale la pena. 

Los días de finales de Octubre son una maravilla cromática. 

Esta imagen me recordó mucho a la del estany de Baiau, pero con unos colores muy distintos. 

Otro ejemplo de esta maravillosa policromía otoñal. 

En este caso las texturas pertenecen al reino mineral. 

Este solitario y poco conocido estany maravilló a Vicente. A mi también. 

¡Qué solitario placer flanquear por caminos inexistentes buscando la mejor ruta!
Esta jornada fué en gran parte así, y no nos perdimos en ningún momento.  

El día nos deja, pero aun ilumina las cumbres. 

Llegando casi de noche al refugio del Mont-roig. 

Maravillosa puesta de sol. El planeta es, como no, Venus. 

Como si hubiésemos tirado  pinturas de diferentes colores en el agua. 

Amanece sobre el Montroig y su rosario de estanys. 

Como una pintura abstracta de Gustav Kein. 

La transparencia perfecta: como si no existiera el agua. 

Soy incapaz de decir lo que me sugiere esta imagen. 

Quien sabe si bebí de estas aguas. Es muy posible que no me resistiese. 

Toca descender y cambiar de valle. Con este paisaje se hace más fácil. 

Cruzando  la poderosa Noguera Pallaresa. 

Las hojas se amontonan en las remansadas aguas.

No todo son rocas, nieve, picos...la ARP también tiene tiene momentos dulces como éste. 

Incluso el alegre revolotear de las mariposas. Hay que tomarse su tiempo. 

Es una maravilla pasear junto al los prats de dalla

Aunque no sean comestibles son de lo más bonito. 

Fué un dia de flores, como corresponde a la primavera. 

Durante unas pocas semanas florecen los narcisos. 
Hay que estar atentos y no perdernos este momento.  

El gran estany de Airoto. No esta represado y es de los más grandes del Pirineo. 

Texturas de la nieve en primavera. 

Otra fantástica panorámica camino de La Bonaigua. 

Más parece que estemos en la Antártida. 

Pequeños estanys en el camino. Al fondo el PN de Sant Maurici. 

Otro capricho de la primavera, gracias a la nieve, el hielo y el sol. 

Paisaje fantasmagórico en La Bonaigua. 

Cuando no habían marcas de GR las humildes fitas nos marcaban el camino. 

Los dias nublados tienen estas compensaciones. 

El rocio nos moja los pies, pero no nos importa.  

Sant Maurici: el Parque Nacional de los 1000 lagos (más o menos...)

Orquídeas en los alrededores del refugio de Colomers. 

La espectacular Sierra de Tumeneja. Al fondo los Besiberris. 

Lagos de mullidas orillas nos sorprenden en el camino. 

Enfrente el polo opuesto: la pétrea dureza de las Agulles de Travessany. 


Atardecer y amanecer sobre los Besiberris y el Comaloforno. 

El refugio Ventosa i Calvell tiene el privilegio de gozar de una vista fantástica, con el 
estany Negre teñido por el macizo de Besiberri y la Serra de Tumeneja. 

El Cent Cims més difícil: El Besiberri Nord. 

Cresteando por terreno fácil, aunque delicado, hacia el Besiberri Sud. 

La Maladeta, los Montes Malditos, bajando del Besiberri Sud. 

Siempre me han encantado esta especie de copos de algodón de las zonas palustres. 
Reducto de la norteña taiga, gracias a la altura, en un país mediterráneo. 

El largo pero bellísimo valle de Besiberri. 


Pirineo Central

Un rosario de turquesas en la mano de una mujer.  Los entendidos sabreís de que pico hablo. 

A pesar de la belleza de la Maladeta, los que pintamos canas echamos de menos
un poco más de blanco, pero no en nuestras cabezas sino en sus laderas. 

El monarca de los Pirineos, cada vez menos defendido por sus glaciares. En unos años no harán
 falta los crampones para subir a su cima. Ya ha pasado este año por la vertiente de Coronas. 

Llegando al Còth deth Hòro me llamaron la atención las agujas del Pico de la Mina, al fondo. 
Por favor, no lo llameís Coll de Toro, que no tiene nada que ver con la lidia. 

Valle de l'Escaleta, antes de llegar al Pla de Aiguallut. 

Un curioso arco de roca en el valle de l'Escaleta. 

En primer plano dicho arco y al fondo la impresionante Forcanada, 
con un ambiente dolomítico que te impulsa a ascender a su cima. 

Bajando a uno de los rincones más bellos de Pirineos: el Pla d'Aiguallut. 

Una maravilla sólo superada por Aguas Tuertas. 

Un sombrero en el Pico de Salvaguardia parece saludar al Pla d'Aiguallut. 

El abismo del Forau d'Aiguallut engulle las glaciares aguas del Esera para llevarlas
al agitado Atlántico, cuando debieran haber ido al plácido Mediterráneo. 
Quizás sea un mejor destino para una aguas tan bravas. 

Se escapa la luz, pero aún ilumina al Salvaguardia y tiñe de plata las turberas. 

Bonita cima, aunque esté lejos de esa mágica cifra de los 3000 metros. ¡Cuantas
cimas se desprecian por no alcanzar esta cota! Gran error del montañero
principiante, obsesionado por los números más que por la belleza. 

¡Que ciclópeas fuerzas doblegaron, retorciéndolos, a estos estratos!

Dificil es saber que es esto: roca, agua y hasta un arcoiris. 

Los minerales ferruginosos tiñen de rojo las rocas de nuestros Pirineos, 
sierra de minas de hierro, antaño explotadas a pico, pala y transporte con bestias. 

Bajo la mirada de la Maladeta los pequeños lagos se colmatan y convierten en verdes prados. 

Maladeta y Posets, los dos macizos más elevados de Pirineos, ambos en el lado ibérico. 

Hay que fijarse en los detalles, a pesar de que el camino nos obligue a cumplir ciertos horarios. 

Y por supuesto fijarse en las texturas. 

Caminar por el valle de Estós es una auténtica delicia. Nada sobra y cada cosa está en su sitio. 

La terraza del refugio de Estós, poco frecuentado últimamente, ya que el refugio Angel
Orús permite una ascensión más fácil al Posets, nos brinda magníficos atardeceres. 

Y tirando de teleobjetivo hasta podemos ver las "culebras" del Vallibierna. 

No menos gloriosos son los amaneceres camino de las Granjas de Biadós. 

Desde el Puerto de Chistau la pleta de Añes Cruces y el Gran Bachimala. 
Un lugar para volver, volver y volver...No me ha cansado nunca. 

Para mi uno de los picos "menores" más bonitos: La Punta 
Ixabre, con "sólo" 2694 m. Ganas tengo de hacerla. 

Minúscula, la cabaña de Añes Cruces, al pie de la arista
Este a la Punta Ixabre. Una auténtica tentación. 

Otro lugar mítico de Pirineos y base para muchas ascensiones: el refugio de Biadós. 
A sus pies las bucólicas granjas de Biadós, al pie del coloso del Posets. 

No es Utah ni Colorado...Es el Pico Espadas al atardecer. 

Eb pocos lugares de Pirineos, excepto quizás en el Castillo de Acher, 
encontraremos un Pirineo tan multicolor, especialmente si ha llovido. 

Hasta las texturas rebosan  de decenas de colores. 

Fantástica panorámica desde la Punta Suelza, con el Ibón de Cau, 
la Punta Suelsa y al fondo la Bal Verde, más conocida
como Valle de Pineta,  y el Monte Perdido. 

Algún día habrá que subir a la Punta Suelsa.  

Siempre me han fascinado los cojines de silene acaulis en las cumbres. 

Disfrutamos más en la bajada que en la subida. 

Reflejos en los alrededores de Urdiceto. 

Una turquesa en el corazón del macizo de Punta Suelza: el ibón de Cau. 

De los tresmiles menos conocidos: Peña Robiñera. 

Señalando uno de los más bellos rincones de Huesca: el Balcón de Pineta.  Un 
nombre de lo más apropiado, terraza privilegiada de la Bal Verde. 

De repente, custodiado por el Monte Perdido, un inmenso prado en las alturas de Pineta. 

Dos colosos a la entrada del Balcón de Pineta. 

Tarteras de vértigo en la Bal Verde. 

La parte alta del valle de Añisclo es una sucesión ininterrumpida de cascadas. 

Entre ellas destaca la surgencia de la Fuen Blanca. 

Pero hay muchas más, como esta que se 
alimenta con las nieves del Monte Perdido. 

Camino de la Brecha de Rolando. 

Todo buen pirineista tiene que cruzar en algún momento por esta mágica puerta. 

Una imagen imborrable: La Brecha de Rolando y el Casco. 

A pesar de lo fantástico y poco creíble de la leyenda, 
siempre emociona traspasar la Brecha. 

Traspasado el umbral un mar de nubes y Serradets a nuestros pies. 

Estas imágenes tienen una  magia difícil de explicar. Quizás porque 
los horizontes se prolongan casi ininterrumpidamente. 

¡Que minúsculos somos en la inmensidad de la montaña!

La niebla no nos dejó ver la cascada más alta de Europa, aunque quizás sea la segunda. 
Da igual, porque esa cascada noruega no puede superar a este paisaje. 

La mítica cara Norte del Tallón. 

Es una maravilla ver florecer a los narcisos en primavera. 

Como mínimo es el ibón más curioso de Pirineos, ya que está prácticamente
en la carena fronteriza. Me refiero al ibón de Bernatuara. 

No es Islandia: es el valle de Ossue. 
Bien la podríamos llamar Ossuefoss. 

Una larga sucesión de tresmiles, de los Astazou a los Gabietos. 

Flanqueando para bajar a Les Oulettes de Gaube. 

Antaño dos cascadas de seracs defendían el Petit Vignemale. 
Ahora sólo queda este agónico glaciar. 

Una imagen bíblica: La cara Norte del Vignemale. No deja a nadie indiferente. 

El Cervino de los Pirineos, con un fascioso nombre por cierto. 

Camino del Col d'Aratille, disfrutamos de un largo flanqueo, 
en el que ganamos mucho terreno sin perder altura. Pocas
veces nos sucederá esto en la ARP, casi siempre
una sucesión continua de bajadas y subidas. 


Visión poco conocida del Vignemale, poco frecuentado por esta vertiente. 

Como serpientes rabiosas, los estratos se retuercen. 

Un ejercicio de geología practica: un pequeño delta en un lago pirenaico. 

El sol, el viento y la lluvia, artistas sobre los troncos ya muertos. 

Con la remodelación del refugio de Wallon dan ganas de pasarse una semana, 
como mínimo,  en el maravilloso valle de Marcadau. 

Siempre bajo la atenta mirada del Pico de Wallon. 

En los alrededores se conservan los pinos silvestres y negros
más bonitos que he visto en Pirineos. 

Puesta de sol desde Wallon de la Pique Longue. 

Panorámica  hacia Los Infiernos desde el Gran Facha. 

Ahora al revés, mirando hacia el último tresmil en dirección Oeste: El Balaitous. 

Detalle de los tres  Picos del Infierno, con la marmolera de su cresta. 

Un pico de lo más aéreo este Gran Facha. 

Otra rara gema en medio de las laderas heladas. Mejor no resbalar. 

El Cervino de los Pirineos. 

Antes de llegar a Respomuso, custodiado por estas pirámides. 

Los colores desde Respomuso después de la lluvia son increíbles. 

No me puedo resistir a los reflejos en los lagos alpinos. 

Aferradas a tan mísero terreno,  a pesar de ello florecen las campánulas. 

El Pico de Arriel y el Midi, dos colosos pirenaicos. 

Otra turquesa más en el camino, el ibón Chelau, custodiado por el Balaitous. 

Hasta el más mísero charco tiene su belleza en nuestras montañas. 

Por este lado el Pico de Arriel es casi inaccesible. 

Bajo la mirada atenta del Palas, el paso que supone la graduación de la Alta Ruta
Pirenaica,  ahora asegurado por una cuerda: el passage d'Orteig. 

Seguramente el pico más fotogénico de los Pirineos: El Midi d'Ossau. 

Caprichos del roquedo y los prados desde el Peyreget. 

Estos días de sol y sombra crean deslumbrantes contrastes. 

Los días del final del verano son de los más bonitos del año. 

El Midi y su hermano pequeño, el Peyreget. 

Que más puede pedir el ganado: Agua, pastos, sol y tranquilidad. 

Pic des Moines, Midi d'Ossau y Palas. Que bonito trío. 

Hasta los caballos prefieren pastar en tan magnífico paisaje. 

Más que unas texturas me parece una joya, que debería ser pulida y engarzada. 

En estos bosques vivió el último oso autóctono del Pirineo, Camille.  

Al pasar a la vertiente Norte empieza el dominio del hayedo sobre el pinar. 

Desde el ibón de Estanés se intuye la entrada del idílico valle de los Sarrios. 

Me encantaron estos acantilados de arenisca. Habrá que volver. 

Un rincón que no conocía: el lago de Arlet. 

No era la mejor luz, pero sin duda uno de los rincones mas espectaculares de los 
Pirineos: Aguas Tuertas, donde el Aragón Subordán se retuerce sin parar. 

Atardecer en el inolvidable valle de Oza. 

Subiendo al ibón de Acherito miramos hacia atrás. En Pirineos, al contrario
que en ocasiones en la vida, siempre hay que mirar atrás, de donde venimos. 

Una de las estampas más bonitas de la ARP: camino de Acherito 
detrás nuestro, acariciado por la hierba, el Castillo de Acher. 

En esta etapa, los lirios explotaban en los prados. 

El maravilloso ibón de Acherito: otra joya de nuestras montañas. 

Camino de Ansabère, flanqueamos hacia la parte alta del valle de Acherito. 

Más parecen los Picos de Europa que los Pirineos. 

Ya tardaba en poner unas texturas...

Bajando al refugio de Linza. 

Una de las características foyas o depresiones karsticas. Al fondo el Txamantxoia. 

Otro mítico lugar: la Mesa de los Tres Reyes, encima de prados plagados de lirios. 

La Agujas de Ansabère y el Petrexema, con un abismo a sus pies. 

Cuentan las crónicas que aquí se reunieron los tres reyes de Aragón, Navarra y Francia. 
Desde luego que el lugar tiene unas vistas envidiables: Palas, Balaitous, Frondellas,
Gran Facha, Vignemale, Los Infiernos...Y en el centro el Midi d'Ossau. 

Se acaba el Pirineo Central: esas atlánticas nubes sobre Belagua nos lo recuerdan 

En los oscuros bosques de Belagua los yesqueros parecen recordarnos su antiguo uso. 

Esta haya monumental parece decirnos: a partir 
de aquí y hasta el Atlántico en el bosque mando yo. 


Pirineo Occidental

Las nieblas de Belagua. 

Amanece sobre las primeras cumbres del Pirineo Occidental. 

Y en un instante cambia el paisaje: es la magia del amanecer. 

Nos despedimos de las cumbres de mas de 2000 m. Sólo el Ori se atreverá a igualarlas. 

Por las carenas iremos casi siempre a partir de ahora, con el Ori como objetivo. 

Son montañas plácidas, amigables, donde el ganado pasta sin guarda. 

No sé que tiene el Ori que hechiza. Serán esos 2000 metros, los verdes prados, su cresta
o quizás este llamativo pliegue, llamado sinclinal, lo que nos gusta tanto de esta montaña. 

El incesante trajín del ganado ha labrado estos surcos en las laderas del Ori. 

Incluso alguna orquídea nos alegra el camino. 
Minúsculas,  pero tan bonitas como las del trópico. 

Amanece sobre el Puerto de Larrau, sólamente afeado por las horribles palomeras. 
¡Cuanta crueldad apostarse arteramente para masacrar a las fatigadas torcaces!

Desde la cima del Ori vemos la sucesión de carenas que seguiremos hasta Irati. 

Hasta ese collado debemos llegar. Nos espera una buena bajada.  

La ARP de Gorka López pasa por estas laderas. En nuestro  caso
hicimos de Gorka López y tiramos por la carena. 

Estas laderas ha quedado grabadas para siempre en nuestras retinas. 

Del Ori venimos. ¡Qué pequeño se ve el caminante!

Laderas de terciopelo camino de Irati.

No es de extrañar que estos bosques estén llenos de leyendas y seres misteriosos. 

Siempre he preferido los pardos, marrones u ocres de final 
del verano a los verdes de la primavera. 

Ganas dan de bajar rodando por estas laderas. No nos haremos daño. 

Nunca vi brezos tan hermosos en la cordillera. 

Ni laderas con verdes tan insultantes. 

Al subir al Urkulu nos invadió la niebla. Suerte que encontramos la torre romana. 

Sigue la magia al coincidir con el Camino de Santiago francés ¿Una coincidencia quizás?

Cuesta encontrar adjetivos para estas doradas laderas. 
Las hayas ponen su punto justo de verdor. 

Hasta el alambre de espino, a pesar de su dureza, nos alegra el camino atrapando esta hoja. 

Toca ahora bajar a un mítico lugar: Roncesvalles.

La niebla tiñe de una aureola de misterio los hayedos de Roncesvalles. 

Y llena de gotas de rocío la hierba. 

Seguro que lo he comentado muchas veces: me encantan los helechos. 

Dos estados, pero el mismo paisaje: laderas herbosas, brezos, hayedos, prados y caseríos. 

A estos caballos poco les importa la frontera, sólo los mejores pastos. 

Una de las montañas más bonitas de Navarra. 

Entramos en el reino del musgo. Los hayedos son bosques fríos, con poca vida, pero con encanto. 

Tal es su poderío que llega a recubrir por completo a grandes rocas. 

Ya vemos al Atlántico al fondo. La carena hacia el Abartán nos hace progresar rápidamente. 

Afortunadamente, volvemos a ver buitres y quebrantahuesos en nuestras montañas. 

Es perfectamente compatible que vivan estas aves con este tipo de ganadería. 

Cada vez el paisaje es más civilizado. Esta imagen  sugiere algún tipo de campo deportivo. 

Hay que bajar desde el Abartán hacia el fondo del valle del Batzán. 

Vuelven  hayedos en los que te esperas sorprender a un trasgo, un troll o al olentzero. 

Es un placer único, personal e intransferible caminar por estos bosques. 

El musgo, casi como una plaga, invade troncos y laderas. Sólo el camino
se libra de tan invasora pero hermosa planta. La imagen
podría sugerir un cuento de terror. 

Tan verdes y feraces prados tienen un precio que hay que pagar, a costa de no ver casi nada. 

Aunque la niebla, al romperse, nos brinda estas imágenes. 
Sorprende que pueda arder algo con tanta humedad. 

Aún me maravillo de que no nos perdiéramos este dia. 

Esta vieja haya ilustra perfectamente el bosque animado. Nos grita, quizás advirtiéndonos
de algún peligro, aunque a mi me parece más un lascivo sátiro. Se ven 
perfectamente sus atributos sexuales. 

Serán los últimos grandes hayedos de la ARP. 

Los prefiero a estos pinares exóticos. No obstante, 
la imagen tiene sus estética. 

El colofón montañero de la ARP: las peñas de Aiako Harria. 

Desde ellas vemos el final del camino: el Cabo Higuer. 

Guardo el mismo recuerdo del GR11: un precioso caserío lleno de hortensias. 

Es inevitable pisar asfalto los últimos momentos. A pesar de ello aún hay magia en las calles. 

Aunque no lo parezca, tenemos los pies fatigados y con llagas, pero la cercanía
del cabo Híguer nos da renovadas fuerzas. Ya acariciamos el final. 

Siempre me han gustado los faros y los fareros. 
Éste faro del cabo Híguer todavía más. 

Es un momento lleno de emociones: cansancio, alegría, perseverancia...

Vicente en Cabo Híguer, final de la ARP. 

Y ahora un servidor. Es la segunda vez, después de completar el GR11. 

De mar a mar, del plácido Mediterráneo al bravo Atlántico. 



Aquí finaliza la Alta Ruta Pirenaica

"Entre el Cielo y la Tierra"




Indice de etapas y anexos


Pirineo Oriental























Pirineo Central


















Pirineo Occidental










Apéndices